lunes, 28 de octubre de 2013

Sancho Cabalga de Nuevo.




            En un ensayo literario, Cesare Pavese se empeñaba en explicarle a los desheredados lo importante de las palabras. Comprenderlas, descifrarlas, ligarlas a los hechos y a la ficción. No se por qué leyéndolo me acordaba de Sancho Panza. Tal vez porque siempre me identifiqué, más que con el señor, con el escudero.

            ¿Qué ocurre cuando el narrador deja la pluma en el tintero? ¿ A qué se dedican los personajes cuando la docta mano duerme?

            No es cierto que Sancho se fuera con el señor Quijano por la promesa de una ínsula. Su precio eran las historias que el Hidalgo de la Mancha iba contando.

            Y las palabras caían de los labios del caballero andante, rodando por la armadura camino de los oídos del escudero.

            Cuando el Manco dormía y Don Alonso soñaba con su Dulcinea, él se acercaba a las posadas y pueblos a ver cómo se las gastaban los alguaciles y el Santo Oficio. Llenando de camino su faldriquera  con unos trozos de pan y queso.

            Cuando Cide Hamenete Benengeli descansaba, Sancho conspiraba con su señor: "No son gigantes, sino molinos de viento. Eche usted los pies a tierra, mi señor".

            Cuando Don Alonso Quijano el Bueno se dejó vencer, cuando perdió los sueños y dejó entrar a la muerte por su puerta, cuando se suicidó el Hidalgo de la Mancha, Sancho no cogió la espada, ni la lanza. Tomó la palabra y fue de plaza en plaza, de aldea en aldea, buscando escuderos, pícaros malandrines, mendigos, sastres, zapateros remendones, braceros, escribanos... Y les fue susurrando al oído: "¡Combatidlos, que no son gigantes!"

            Y así cabalgó Sancho, el de los mil rostros, hasta el último de sus días. Dejando sobre los bancos de las calles las palabras: "No les tengáis miedo ni a ellos ni a sus picas ni a sus cárceles. Que no son gigantes, que ellos sin nosotros no son nada salvo miseria humana vestida con buen paño".



Marcos González Sedano









sábado, 26 de octubre de 2013

Samuel Negreda (I) La Librería.

 
 
Terminaba de bajar del barco con el petate a cuestas, y aunque aquél puerto nada tenía que ver con el que yo conocí treinta años atrás, sentía la sensación de que nunca lo había abandonado. Después de tanto tiempo, dos amigas me invitaron a regresar y acepté el ofrecimiento. Entre esta

ciudad y mi alma, siempre ha existido un hilo invisible que nos unía, como si yo perteneciese a aquella estirpe de marineros que descargaban sus mercancías en Puerto Bayyana, y estuviese
 condenado al regreso siglo tras siglo.
Entré a la urbe por la calle Real guiado por los perfumes a especias, a marroquinería y a té verde con hierba buena. En los soportales, los rostros de los comerciantes me recordaban los zocos de  Tánger, Estambul o Alejandría. 
Mientras miraba con ojos de niño abiertos como platos los cambios sufridos en la dermis de la ciudad, iba buscaba una librería, la más emblemática, por años de vida y prestigio, que yo frecuentaba en otros tiempos. Allí seguía, en el mismo lugar pero con un sabor diferente. A la entrada, me atendió una librera con cara de intelectual y gafas de carey, y haciéndola cómplice de lo que quería, le pregunte sobre la zona donde podría encontrar temas de al-Ándalus. Un romántico como yo siempre espera un texto perdido, traspapelado, donde hallar parte de su historia y en este caso tener el placer de la lectura a la sombra de los naranjos. La librera, sorprendida, me llevó al sótano, donde en un rincón cubiertos de polvo y olvidados, entre diez mil o veinte mil volúmenes, dormían apenas doce libros sobre el tema; la mayoría de ellos ya los conocía y los que no, sólo tenían el gran mérito del trabajo del escritor. Los ojos tras los cristales de aquella mujer y los míos se encontraron, nos sonreímos, y en silencio, en un grito común y mudo, maldijimos los espacios vacíos en las estanterías de diez siglos de nuestro pueblo.
A la salida, además de adquirir un ensayo del jerezano,  J. M. Caballero Bonald, con el título, Oficio de lector, me regale un exótico juego de naipes andalusí.
Esta ciudad me invita de nuevo a vivirla, ya les iré contando, ustedes deciden…
 
 
Marcos González Sedano
 

viernes, 4 de octubre de 2013

Luces de neón, en el Lolita´s

Me cuenta una amiga
que hay un lugar en
una isla donde el brujo va
todos los meses a robarse
la luna.
Que extraña historia ¿no?

Luces de neón, en el Lolita´s

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El Lolita´s está en la ruina; lo empezó a estar el mismo día que pusieron la primera piedra. Sus cimientos se levantaron sobre las fosas comunes que salpican toda la geografía de esta piel de toro cuarteada. Los demócratas asesinados en la última contienda fueron olvidados en las cunetas, mientras los golpistas descansaban en Campo Santo. Las castas políticas que formarían el nuevo régimen heredero del anterior, demostraron que su pragmatismo iba más allá de la dignidad de los ciudadanos. Tal vez los firmantes del pacto constitucional del 78, al menos los depositarios del legado de la II República, desde el PCE al PSOE, no fueron conscientes de que lo primero que se hace cuando se firma la paz es retirar a los muertos del campo de batalla. Sobre ese olvido sólo podía levantarse el Lolita´s Club.
Señoras y señores, el espectáculo continua, las sesiones son permanentes. Basta mirar como los artificieros públicos o privados de los medios de desinformación colocan los petardos en los cimientos del Club para darse cuenta de ello. Observen como los ilusionistas sacan una foto del monarca al lado de un elefante muerto, cazado mientras a su yerno el deportista triunfador de otros tiempos, le llaman a declarar a los juzgados. En esas se está cuando su esposa, la hija del Jefe del Estado, se muda con los niños a vivir a otro país. Ni mentemos si quiera como apareció en escena una señora alemana que se bajaba del avión al lado del rey como si de una agregada comercial se tratara. No sé si recordarán ustedes cuando este tipo de cosas se metían debajo de la alfombra real y ¡ ay de aquél o de aquella que intentara levantarla!.
Imagínense ustedes, si esto le está ocurriendo al Jefe, que no les va a pasar a los camareros. A esos que toman de la red pública el suministro del gas, el agua, la electricidad, la sanidad, las gambas y los jamones (aún esto último pueda parecer de mal gusto) y los dirigen directamente a sus bolsillos o a las sedes de sus partidos, sin pasar por hacienda.
El Lolita´s ha permitido las orgías para las castas, y ha ido apuntando en la libreta el débito. Después han pasado la factura. Podemos verlo en los últimos Presupuestos Generales del Estado, que son un reflejo de para quiénes trabajan las mayorías parlamentarias. Al borde de la banca rota, todas las medidas que se han ido tomando para salvar la situación han sido dirigidas desde el gobierno de Zapatero al de Rajoy, contra la mayoría de los ciudadanos y a favor de las élites, las de dentro y las de fuera del estado español.
Las luces de neón del Lolita´s Club ya no atraen a los clientes. Se prohibió fumar y escupir en el suelo; sólo se permite en la pelis de Alex de la Iglesia. En este momento todo lo que alumbra el escenario, desde Catalunya, a la petición del       Parlamento Vasco de anexionar a Álava el Condado de Treviño, pasando por los ERES en Andalucía, tienen que ver con la situación del Club.
Los que mandan realmente en el local ya tienen encima de sus mesas dos propuesta para seguir viviendo del negocio; una pasa por una reforma en profundidad del Club (a estas alturas del sarao las rehabilitaciones cosméticas no les sirve) con parte de los viejos gestores (posiblemente en el terreno político y sindical prescindirían de la vieja izquierda) y la otra, demoler el Lolita´s y levantar sobre el mismo solar otro Club, con nuevos gestores y luces led.
Ninguna de las dos propuestas es la nuestra, la de la mayoría de los ciudadanos. En las dos, a nosotros se nos asigna el papel de criados de las élites. Seguiremos siendo los mismos que desahucian, mandan al paro, condenan a cerrar su empresa, nos expropian de la sanidad, la enseñanza…Y todo esto bajo la ilusión de una democracia donde las cartas están marcadas y sólo nos dejan la posibilidad de elegir de entre lo malo, lo menos malo, como si de una peste bíblica se tratara.
El Lolita´s Club se hunde y nosotros no tenemos porqué apuntalarlo. Nunca ha sido nuestro, siempre ha sido un Club de privilegiados. No lo duden, somos los que hacemos posible que nuestra sociedad funcione de día y de noche. Construyamos una casa donde las relaciones humanas sean entre iguales y lo fundamental esté bajo control social.
Nosotros decidimos: ¿otro Lolita´s o la democracia real?


Marcos González Sedano