Amigos/as:
Eran las cuatro de la madrugada cuando la
última botella de vino de “Las tetas de la sacristana” rondaba los vasos que la
brisa de la Mar empañaba. Una mujer de ojos risueños y morena como esta tierra,
se levantó y bajo la luz de las estrellas nos contó el origen del nombre de
este pueblo de Almería, Las Negras, o al menos, así entendí yo la historia que
os voy a contar:
Las mujeres cerraron las cortinas de la noche; los niños desnudos, sobre colchones de
farfolla, soñaban con las barquillas. Aquella madrugada mientras los hombres
miraban a la Mar, Malac, desde el acantilado de Cerro Negro advertía a los
marineros: ¡No toméis las barcas, Poseidón tuvo una mala noche! Los braceros de
la Mar le contestaron: “No hay dios que mande en nuestras hambres”.
A hombros, dirigiéndose a la
diosa Venus que lucía en el alba, sacaron sus tronos de madera y los
depositaron en el agua. El fiero dios que reina en las profundidades les dejó
entrar. Aquellos enjutos obreros, de huesos retorcidos sintieron a través de
los remos los lomos de Poseidón. Cuando el Cabo del Puntón apenas era un grano
de arena en la lejanía, Leviatán, surgiendo del submundo marino les devoró. En
ese instante, un grito sordo se oyó entre el cielo y las chozas de la Cala de
San Pedro. Las mujeres sabían que el luto las acompañaría de por vida.
Buscando
sobrevivir, llegaron hasta este lugar y
con sus manos, piedra a piedra, construyeron las diez primeras casas que harían honor a su luto, Las Negras.
Así lo escuché, y así os lo transmito.
Un saludo desde Puerto Bayyana.
Marcos G. Sedano