Cuentos
de invierno.
A
Elena,
Que
dibuja sobre la luz
del
Mar de las Antillas
las
Sombras.
-"La
Mar no puede tener sombra, y sin embargo, la sombra de la Mar acompaña a esta
ciudad ".
Al
escuchar esto me detuve. Una mujer a la puerta de un banco, musitaba palabras
al estilo de los viejos cuenta- cuentos:
-Me
robaron la sombra; ahí dentro está, en la cámara acorazada. Ustedes son
testigos, miren a mi alrededor. Verán como los rayos del Sol penetran mi cuerpo
y continúan su camino, sin dejar testigo sobre la acera. Comprueben ustedes
también, si aún tienen sombra...
Instintivamente
miré a mi entorno. Yo seguía teniendo una silueta reflejada en el suelo que
se unía a mis pies. Pero aquella
mujer...¡ no tenia sombra!, ni sonrisa. Su rostro era inexpresivo, sin olor, desnudo
y desprovisto de rasgos..¡ sólo le quedaba la mirada!.
- ¿Saben
ustedes?..-Seguía explicándonos,- cuando
me robaron la casa, el Sol, el viento, el agua...cuando ya no tenía nada, salvo
la sombra, fui a hipotecarla.
Al
principio me tomaron por una enferma mental; pensaron que estaba loca. Visité a
muchos usureros, y al final, llegué hasta éste que se esconde tras los
cristales blindados de su banco.
Mis
conocimientos sobre el tema para convencer a los ladrones eran tales, que sabía
que el origen de la pintura estaba en las sombras; que Tales de Mileto llegó a
un pacto con ellas para pasarlas del mito al logos, utilizándolas para las
matemáticas; que San Pedro, curaba a los enfermos con su sombra, y que la Sombra
es el Alma dorada de la vida.
Pero
el argumento de mayor peso, que terminó por convencer a los incrédulos, fue
saber que aprovechando las sombras, hasta el plomo se convierte en oro.
Aquélla
mujer, explicaba las cosas de tal forma que aún dentro de la incredibilidad,
dejaba espacio para la duda:
-De entre todos los avaros siempre hay uno que
compra humo, - nos decía.- El que está
ahí dentro aceptó el trato. A cambio, si no le
devolvía el préstamo, se quedaría con mi sombra. Doce meses después, las
sombras de los otros vinieron a buscar la mía...
En ese momento llegaron las fuerzas de
seguridad del estado interrumpiendo la narración y llevándose a la mujer que en
su marcha nos gritaba: -¡No hipotequen su sombra, es lo único que les queda!
Desde
aquél día miro a mi alrededor. Me cuentan que las élites, colmadas en su
opulencia, se han puesto a coleccionar
Sombras.
Marcos G. Sedano
Puerto Bayyana, invierno de 2014.