Habían pasado diez meses
desde su partida, atrás quedaban encuentros en medio mundo. De la Mayor de las
Antillas a la Bretaña francesa pasando por Tumbuctú.
Los acontecimientos en
Ucrania ocupaban ahora la atención mediática que en otros tiempos tenían Libia,
Egipto, Túnez...
El Imperio, con multitud
de frentes abiertos, desplazaba sobre el terreno de juego del planeta sus
cuerpos de ejército. Todo estaba dentro de una estrategia de control de los
recursos de la antigua URSS y el aislamiento a China.
El espigón del Moro Arráez, en La Isleta, Almería. Foto, MGS |
Samuel en su camarote
escuchaba Radio Orán mientras escribía "Quiero sentir, de tu cuerpo el
perfume, cuando abandonas la casa, y preso en el rocío de la mañana, cae en mi
vaso".
La travesía desde el
puerto de Argel había sido suave. Anochecía cuando el "Diáspora",
navegando a motor, atracó en la Isleta del Moro. Desde allí se dirigirían a las
Negras donde se encontraban los colaboradores, que él y la Casa de las Rosas de
Tahal eligieron para la sublevación de las ciudades.
El chalé de su anfitriona
estaba construido al borde de un acantilado mirando a la Mar. Cuando llegaron,
una bandera negra con dos tibias cruzadas y una calavera ondeaba en una de las
ventanas. Era señal de que todo estaba bien.
Cuando la Cubana, Almécija
y Negreda llegaron a la terraza donde se encontraban los invitados, ya eran las
cuatro de la madrugada. En las mesas, unas botellas de vino de "Las tetas
de la sacristana" rondaban los vasos que la brisa de la Mar empañaba. Una
mujer de ojos risueños y morena como esa tierra, narraba a la luz de las
estrellas, el origen del nombre del pueblo de Almería, donde se albergaban.
Mientras Rebeca improvisaba al piano una melodía.
Playa de las Negras, Almería. Foto, MGS. |
"Las mujeres cerraron las cortinas de la noche; los niños desnudos, sobre colchones de
farfolla, soñaban con las barquillas. Aquella madrugada mientras los hombres
miraban a la Mar, Malac, desde el acantilado de Cerro Negro advertía a los
marineros: ¡No toméis las barcas, Poseidón tuvo una mala noche! Los braceros de
la Mar le contestaron: “No hay dios que mande en nuestras hambres”.
A hombros, dirigiéndose a la diosa Venus que lucía en el alba,
sacaron sus tronos de madera y los depositaron en el agua. El fiero dios que
reina en las profundidades les dejó entrar. Aquellos enjutos obreros, de huesos
retorcidos sintieron a través de los remos los lomos de Poseidón. Cuando el
Cabo del Puntón apenas era un grano de arena en la lejanía, Leviatán, surgiendo
del submundo marino les devoró. En ese instante, un grito sordo se oyó entre el
cielo y las chozas de la Cala de San Pedro. Las mujeres sabían que el luto las
acompañaría de por vida.
Buscando sobrevivir,
llegaron hasta este lugar y con sus manos, piedra a piedra, construyeron
las diez primeras casas que harían honor
a su luto, Las Negras".
El
silencio guardado mientras se escuchaba la historia, se volvió jubilo al
saludar a los recién llegados. Lola abrazó a Negreda y le susurro al
oído:"Marinero, llegas a tiempo".
Los
dos, apoyados sobre la balaustrada contemplando el abismo, guardaron un minuto
de silencio. De nuevo habló Lola:"Marinero, los tiempos que teníamos
previstos se han acelerado. El conflicto en Ucrania es la coartada del Imperio
para la tercera guerra mundial. Urge poner nuestro plan en marcha".
Negreda
la miró y ella le besó. A continuación Lola añadió: "Mañana hablamos, hoy
descansa".
Cuando
se retiraba, Samuel le preguntó:"¿Y Sefarad?" -"No pudo venir"- ,
respondió su anfitriona.
Desde Puerto Bayyana, al
levante de Andalucía.
Marcos G. sedano
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