miércoles, 29 de julio de 2015

A poniente



El Fraile y el Hermano, vistos desde la Isleta del Moro.
Los destierros son muy duros, tan duros como los grilletes de un hombre condenado a galeras. El sabía cuado entraba en la barriga del navío, pero ignoraba cuando volvería a pisar tierra.
Desde mi ventana sí se ve la Mar, y las luces de las traiñas cuando salen a faenar.
Bailan en el cielo las estrellas, en las noches sin luna, al son que dejan  las olas al volcar en la arena.
Desde mi ventana se ve la Mar y yo, torpe gaviota, parezco uno de aquellos barcos que buscaban Tarsis. Voy costeando de cabo en cabo al encuentro del Gran Río.
Desde mi ventana se ve la Mar y se huelen los jazmines que en la Plaza de Refinadores, junto a la calle Mezquita, plantaron los jardineros de Híspalis a modo de trepadoras a los pies de las palmeras.
Desde mi ventana sí se ve la Mar  y se escuchan los sonidos de las calles desiertas en estos días estivales, donde sólo los valientes, los más audaces, abandonan el hogar para buscar el refugio de las bodegas.
Desde mi ventana sí se ve la Mar y los barrotes de oro que guardan mi cautiverio.
Desde aquí, en lo alto de esta Alcazaba, mirando a poniente, contemplo las perlas que sujetan las anclas que me mantienen a tierra.
Dulce amada mía, yo quiero vivir contigo, sentir tu viento más duro, el que quiebra las palmeras y bate mi corazón, el que hace cimbrar las velas  de este viejo cascarón que mira desde su ventana la Mar camino del poniente.

Desde Puerto Bayyana, al levante de Andalucía

Marcos González Sedano

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