El Fraile y el Hermano, vistos desde la Isleta del Moro. |
Los
destierros son muy duros, tan duros como los grilletes de un hombre condenado a
galeras. El sabía cuado entraba en la barriga del navío, pero ignoraba cuando
volvería a pisar tierra.
Desde mi
ventana sí se ve la Mar, y las luces de las traiñas cuando salen a faenar.
Bailan en el
cielo las estrellas, en las noches sin luna, al son que dejan las olas al volcar en la arena.
Desde mi
ventana se ve la Mar y yo, torpe gaviota, parezco uno de aquellos barcos que
buscaban Tarsis. Voy costeando de cabo en cabo al encuentro del Gran Río.
Desde mi
ventana se ve la Mar y se huelen los jazmines que en la Plaza de Refinadores,
junto a la calle Mezquita, plantaron los jardineros de Híspalis a modo de
trepadoras a los pies de las palmeras.
Desde mi
ventana sí se ve la Mar y se escuchan
los sonidos de las calles desiertas en estos días estivales, donde sólo los
valientes, los más audaces, abandonan el hogar para buscar el refugio de las
bodegas.
Desde mi
ventana sí se ve la Mar y los barrotes de oro que guardan mi cautiverio.
Desde aquí,
en lo alto de esta Alcazaba, mirando a poniente, contemplo las perlas que
sujetan las anclas que me mantienen a tierra.
Dulce amada
mía, yo quiero vivir contigo, sentir tu viento más duro, el que quiebra las
palmeras y bate mi corazón, el que hace cimbrar las velas de este viejo cascarón que mira desde su
ventana la Mar camino del poniente.
Desde Puerto
Bayyana, al levante de Andalucía
Marcos
González Sedano
No hay comentarios:
Publicar un comentario