jueves, 7 de noviembre de 2013

Samuel Negreda (IV) La sublevación de las Ciudades.


 

Dibujos de, José Almecija.
Jamás hubiese imaginado Samuel Negreda lo que le ocurriría detrás de aquella puerta de madera de cedro, regalo de los habitantes del Valle de la Bekaa a Abrahán Manzano. El viejo almeriense fue despojando al marinero de cada uno de los cascos  que le cubrían, (como si de una cebolla se tratara), hasta llevarle al lugar más remoto de su alma, donde se hundían sus raíces. El olor a sándalo de la madera del Líbano que impregnaba  la casa lo llevaría toda la vida. 

            Mientras dejaba atrás la casa, acompañado por Almécija, camino del coche donde les esperaba la Cubana, Samuel intentaba repasar lo inmediato: los pasos que a partir de ese momento tenía que dar, por el compromiso adquirido con Abrahán y Lola, en nombre de la Casa de las Rosas de Tahal. Él no se sorprendió cuando pasadas las horas en el té de la sena vio entrar a su anfitriona. Ella no era sólo la mensajera, la que tendió el puente para su regreso. Lola, marcó el camino que a partir de ahora tendría que seguir el marinero. Si Abrahán significaba el alma de Tahal, su amiga sólo podía ser el cerebro de la organización. A su fortaleza intelectual, de mujer de negocios a nivel internacional, en un mundo de hombres, la acompañaban las cualidades de ser una mujer paciente, serena, exuberante, voluptuosa, de una sexualidad llena de caminos y sorpresas. Así se presentaba ella en el imaginario de Negreda. Amigos desde su juventud, habían dejado el placer de compartir el tacto de unas sábanas blancas de algodón egipcio, sabiendo ambos que existía una asignatura pendiente.

            En este momento era otro el negocio que les traía. A él, le eligieron para ser el ejecutor de un proyecto colectivo, y aún no entendía los motivos. El tiempo dirá, -pensaba el marinero- cuando Almécija rompió la abstracción en la que se encontraba.

-Nagreda, hemos vendido tu barco a un amigo, es un acto formal. Tenemos que borrar tus huellas, nadie debe saber ni por dónde ni hacia dónde te mueves. Lo hemos desamarrado de este puerto y lo hemos atracado en el de Adra. Desde allí nos resultaría  más fácil tomar vías de seguridad en el Mediterráneo si tuviésemos que poner tierra de por medio.  

La organización se había adelantado a la conformidad del marinero, ellos sabían que aceptaría la propuesta. Ante la información de Almécija, Negreda sonrió y le respondió:

-De acuerdo, pero a partir de ahora las fichas las muevo yo.

autorretrato.jpgAlmécija, al  que terminaba de conocer, le devolvió desde detrás de sus gafas otra sonrisa. Almécija, era un conocido abogado de la ciudad. Nacido y criado en el barrio de los marineros se había creado así mismo. Trabaja para Lola.  A pesar de su cuerpo delgado y pequeño, y cara de niño, su fuerzas abarcaban a los cinco continentes. Había hecho su carrera a la sombra de su patrona, y con sólo una mirada de ella, ya sabía lo que hacer.

calle-reyes-catolicos.jpg
Negreda, miraba las calles que horas atrás pisó; ya no eran las mismas. Las alarmas del marinero estaban activas y procesaba las sombras de las callejuelas en su cerebro al mismo tiempo que las miraba. Esa sensación de clandestino era una vieja conocida de él. Le acompañaba desde chavea y, a sus cincuenta años, formaba parte de su instinto. Todo empezaba de nuevo; la clandestinidad conllevaba pisos francos, documentación falsa, estar en continuo movimiento, tener preparadas varias salidas, no descuidar nunca la retaguardia…Pero en aquella ocasión existía una gran diferencia con las otras.  Se le pedía que él mismo se metiera en una ratonera, que jugara al gato y al ratón en una ciudad pequeña y militarizada, donde su gente apenas tenía estructura y su fortaleza ideológica estaba por demostrar. Aún así, en esas condiciones, él había dicho que sí. Sabiendo además, porque Lola y Abrahán se lo adelantaban, que aquella batalla no se daba para ganarla.

La sublevación de la urbe no es el objetivo, es la excusa,- Le dijeron.- Nosotros como ellos, necesitamos aprender. El humo que viene de la Ribera Norte de África no nos puede dejar ciegos cuando las llamas lleguen hasta aquí.

barcosamuel.jpgSamuel venía del lugar donde estaba el fuego; Libia, Siria, Irak, Palestina, Líbano…Sabía que las fuerzas eran desproporcionadas, que el Imperio del Mal se había detenido de momento en Siria, porque otro Imperio Emergente colocó allí sus barricadas. Pero  él creía que el cortafuegos europeo se puso en la ex Yugoslavia. Sin embargo, la Casa de las Rosas de Tahal, una hermandad creada según sus amigos antes de la construcción del Templo de Salomón y que él  ignoraba hasta ese momento que existía, opinaba lo contrario. Por eso, preparaban una estrategia que les permitiera afrontar una confrontación internacional con telón de fondo en la vieja Europa.

Cuando se subió en la parte trasera del coche, la Cubana le saludó desde el asiento del conductor:

 -Hola marinero, bien venido a bordo.

 Negreda le devolvió el saludo recordando las palabras de Lola: - “a partir de ahora, Almécija y la Cubana van a ser tu sombra”.

sefarat.jpgMientras se alejaba de las casas calientes donde ya no podría volver, pensaba en el beso con sabor a menta, limón y canela que Sefarad le dio en su despedida…no era la primera vez que lo besaba, en otro tiempo, en otra vida…Se fueron  alejando entre fachadas llenas de salitre, edificios cerrados con letreros donde se podía leer “SE VENDE”. La crisis internacional no sólo afectaba a la plebe, también una parte de la burguesía urbana y de la clase media se habían ido a la ruina.

En aquel contexto mundial, aquella ciudad. Eran el continente y con su contenido, tenía que SUBLEVARSE. El juego ya estaba en marcha, los acontecimientos irían diciendo.

 

 

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