A la bruja de la Montaña
Mágica,
que
se convierte en pirata
cuando baja a la Mar.
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Cerro Negro, Cabo de Gata. foto, MGS. |
Apenas había
despuntado el alba cuando Samuel bajaba los escalones del chalé que daban del
acantilado a la playa. Cerro Negro le impedía contemplar el amanecer.
La silueta de una
niña se veía sobre la arena. Negreda se fue acercando despacio, mientras la Mar
calma se crecía entre las rocas. La pequeña de apenas seis años lanzaba piedras
al agua. Cada uno de esos guijarros se convertía en una ola que engullían sus
ojos negros. Su melena que nacía en un pico de viuda le caía sobre los hombros
y la brisa marinera los mecía al viento.
La pequeña volvió la
cabeza y saludó a Negreda. "Hola marinero... cuanto tiempo". Samuel
la miraba esperando que ella siguiera hablando. "Vas a continuar tu
travesía, más de una vez te atrapará la boria y como si tu arpón se hubiese
clavado en el lomo de una ballena, navegarás en la niebla. Suelta estacha, no
tengas prisa arribarás a tu isla. No estarás sólo.
El marinero no dijo
nada, siguió caminando y cuando se volvió a mirarla, la niña no estaba. Ya en
otro momento, en un viaje a Sevilla, cuando paseaba por la Plaza de la
Encarnación y le salieron de la oscuridad los monstruos de dos cabezas, aquella
pequeña apareciendo de la nada, se convirtió en un cachorro de can y
enfrentándose a los gigantes los ahuyentó.
Aquella mañana
Negreda, acompañado de la Cubana y Almécija, dejaron atrás Cabo de Gata y se
dirigieron a la Chanca.
El barrio está
encaramado en la montaña mirando al puerto, esperando… Así ha sido durante
siglos y así seguirá siendo. Los hombres de la Mar no se alejan de sus barcos.
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Barrio de Pescadería y La Chanca. Foto. MGS. |
Eso pensaba
Samuel camino de la casa del Tío Frasco, una taberna perdida entre los
callejones. Allí les estaban esperando.
En la puerta los
marineros ociosos jugaban al dominó para matar el tiempo, la flota
pesquera se encontraba atracada por falta de caladeros, al menos para ellos.
En el interior del
local con olor a vino de pellejo y aguardiente, ya se encontraban esperándoles
José "El Colorao" "El Guevon", Ignacio y Sensi.
Tras los saludos
pertinentes el Colorao fue al grano.
"Negreda, como
quedamos, nosotros hemos comentado tu propuesta. Sabemos que es muy difícil
ganarle la partida a los amos de la ciudad. Los estómagos agradecidos, los
paniaguaos, ladrones y vendidos, suman un monto muy alto. Sin hablar de
las represalias que sabemos que caerán sobre nosotros si esto no sale bien. Por
otra parte, ya nos hemos quedado solos más de una vez. A pesar de todo esto,
nosotros estamos dispuestos a jugárnosla. El paro, los cortes de los
suministros de luz, agua, o vivir de la caridad no puede ser el presente y el
futuro de nuestra gente.
Samuel había
escuchado atentamente y sabía que el silencio que se cortaba en el aire de un
local lleno a rebosar, significaba que la conversación iba más allá de la mesa.
También sabía que allí la palabra valía más que un acta notarial. Él, también
formaba parte de ellos.
Una vez relajado el
ambiente Negreda habló "Ya sabéis que yo en lo que nos trae, sólo soy un
instrumento. Mi compromiso con ustedes es el de siempre: el destino de ustedes
será el mío. Mi barco estará atracado en estás costas hasta que la travesía que
ya hemos iniciado termine.
Yo tampoco sé si
conseguiremos quitarnos las botas de las castas de esta ciudad del estómago y
la garganta, pero creo que merece la pena intentarlo. Vosotros también sabeis
la importancia material y simbólica que el barrio tiene dentro y fuera de las
murallas.
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Mujeres mirando la boria. Foto de Toñi del Toro. |
Puerto Bayyna, al levante de Andalucia.
Marcos G Sedano.
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