sábado, 27 de septiembre de 2014

Samuel Negreda (VII)La Toma (I de...)






           El marinero miraba  la Mar que tras unos días de poniente
 dormía exhausta entre las rocas y la arena de la bahía. Ya era otoño
y la ciudad de la luz, con una luna ausente daba cobijo a las sombras 

Ciudad de Almería. Foto, MGS.
que tomaban posiciones en los altos miradores de la urbe.

          Negreda, Lola, la Cubana y Emilio Pizocaro, un periodista argentino
 afincado en Marbella con cara de pocos amigos, esperaban noticias en un
piso franco junto al puerto.

          
Los guardas jurados sorprendidos en esa hora tonta donde salen los ladrones pobres a hacer su trabajo, no se explicaban
por donde habían entrado aquellos seres enmascarados.

   Una actividad frenética se vivía en el interior del recinto.
 Cuadrillas de albañiles realizaban intervenciones en la Muralla Norte,
 
Muralla de San Cristóbal y puerta
de servicio en Muralla Norte
Alcazaba de Almería.
entre la Casa del Alcaide y el Baluarte del Saliente. Pero ni un sólo ruido salía de sus herramientas. Allí se encontraban los puntos más débiles de los tres recintos de la Alcazaba y tenían que ser reforzados para aguantar los asaltos que sufrirían.


          Los equipos de comunicación habían entrado en la sala de control y  vigilancia del monumento  y la adaptaban a sus necesidades.
 La Torre de los Espejos, donde se encontraba, dominaba la zona Sur de la ciudad. Desde allí era fácil recibir y comunicar sin necesidad de medios tecnológicos sofisticados.

      Pizocaro recibió un whatsapp que decía: "todo según lo previsto" e informó a los demás. Nadie dijo nada, aún quedaban muchas tareas para terminar la primera
fase.

          Para no despertar a los vecinos, la única puerta de las murallas
Alcazaba Segundo recinto. Foto, MGS.
que se mantenía abierta era la del segundo recinto, la que da a la Hoya y al Barrio de Pescadería. Por allí introducían los suministros que iban a necesitar y los almacenaban en el Castillo Cristiano. Las gacelas de la
reserva cercana les miraban desde los pies de la fortaleza, como si fueran
a ser las cronistas de la noche.

          Campos contemplaba las traiñas que en la lejanía eran antorchas
 sobre la Mar, allí podía estar él a esas horas, esperando sacar la red. Sin
 embargo se encontraba sobre el Muro de la Vela, junto a la campana que
durante siglos anunció la entrada de los barcos a la bahía o alertó a los
incautos que alejados de Bayyana no sabían que las puertas de la ciudad
iban a ser cerradas.

          Sensi y Sefarad junto a él, miraban el trajín de unos equipos de
 hombres y mujeres que de forman sincronizada trabajaban en la oscuridad
como si de una cadena de montaje se tratara.

          Los fontaneros que se encontraba a sus pies, en la fuente del
 Muro, conectaban las arterias del recinto para llevar el agua potable al Aljibe
 Califal y a las termas del segundo recinto. De ese trabajo dependía el
 suministro del preciado liquido, si las fuerzas de seguridad del estado seguían el
 manual de asedio a una fortaleza.



Casa del Alcaide, segundo recinto. Foto, MGS.
         Existe una cultura del agua en esta parte de Iberia similar a la de
 los países en los que nunca llueve. Aquí se sabe muy bien que el agua es la vida
 y estos seres donde se encuentra el único desierto de Europa la miman.

          Campos reflexionó en voz alta: "Esta claro el planteamiento,
 aquí sólo son útiles para resistir dos de los tres recintos, el primero y el segundo. Hay que resistir el desalojo del primer recinto con todas nuestras energías. Replegarnos al segundo en último extremo, y aguantar en él hasta la alternativa final...". Sensi le respondió, "hay que aguantar treinta días y procurar que nadie salga herido, ese es nuestro compromiso, si o si. El resto les toca hacer a los de ahí fuera..."


 Desde Puerto Bayyana,
 al levante de Andalucía.

   Marcos G Sedano

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