domingo, 9 de noviembre de 2014

Samuel Negreda (IX) El asalto (La Toma, III).





Fiñana, Almería. Foto, JGR.
      A la altura de Fiñana, donde aúllan los lobos, les vieron pasar dirección Almería. Los vehículos de la Unidad de Intervención Rápida de la Policía (UIRP), trasladaban a ochenta agentes con todo el equipo para control de motines desde su acuartelamiento en Granada.
      La oficial al mando de una de las unidades operativas abrió la ventanilla un centímetro; quería llenar los pulmones del aire de su infancia.
      En la fortaleza otra mujer recibía un whatsapps:-“Ya Bajan”.

      Desde Sevilla y Madrid dieron las órdenes de proceder al desalojo de la Alcazaba sin tener en cuenta a la élite de la ciudad. Para el Régimen, los urcitanos eran como una verruga en la planta del pie del mapa nacional.
      La toma del recinto fortificado había sido una acción inesperada, y lo peor de los hechos era la falta de información previa
Muralla Sur, Alcazaba de Almería. Foto, MGS.
de lo que se estaba planificando. Los Servicios de Información del Estado (SIE) no se habían enterado  que una manada de elefantes se paseaba por la ciudad.
      El SIE no fue el único sorprendido; los países con agentes sobre el terreno de una urbe, puerta de  Asia Occidental y África, zonas de conflictos armados, no podían sentir al descubierto su retaguardia. Se había encendido la luz roja de la seguridad del Bloque Aliado (BA) y el alto mando ordenó seguir de cerca los acontecimientos.
New York. Foto, Miguel Ángel.
      Para los ocupantes del monumento el día transcurrió tranquilamente, preparando en los lugares más vulnerables elementos de contención para resistir el primer asalto y difundiendo la Toma en la red global. The New York Times, les había dedicado la portada matutina.
      Sus reivindicaciones eran básicas para la vida: “pan, techo, luz, agua, trabajo, Stop desahucios, democracia real...” Esa sencillez de sus peticiones creaba sentimientos de afinidad y simpatía entre la ciudadanía, que les correspondía con correos de apoyo a su acción.
Los curiosos seguían llegando al entorno de la Alcazaba; aquél espectáculo era algo histórico que quedaría en la narrativa de la ciudad y ellos no querían perdérselo.
Los vendedores ambulantes se paseaban en medio de los mirones y de los turistas catalanes y japoneses, pregonando sus productos: “cerveza fresquita, refrescos, bocadillos de tocineta, chistorra…llevo tabaco…” Las vecinas de las casas colindantes al monumento alquilaban sus terraos a periodistas y curiosos. ¡El espectáculo estaba servido!     
En otro lugar, en un piso franco, Negreda le comentaba a Lola: -Si mi olfato no me falla,a las cuatro de la madrugada empezará el asedio al recinto. Ella le respondió:-Lo sabremos una hora antes. -“Que así sea”, apostilló Pizocaro.
Llegó la noche y el monumento se iluminó como si nada pasara. Los curiosos iban desapareciendo conforme las horas avanzaban, y la policía desalojó a los pocos periodistas y mirones  que aun quedaban.  
Las luces del recinto dejaban ver a los pies de la Muralla Norte, en la zona de la Hoya, a los vehículos alemanes, Mercedes-Benz de los antidisturbios. En la fortaleza, Campos recibió un whatsapps:-“Será a las cuatro”.
En ese instante los agentes salieron de los coches y empezaron a calentar.
Alcazaba de Almería. Foto, MGS.
      Eran las tres de la madrugada cuando se escuchó decir a Sefarad:- “¡Cada cual a su lugar!”.
      Otra mujer entre los surtidores de las fuentes y el murmullo del agua recitaba unos versos tan viejos como las piedras que acariciaban:
      “Una verde bandera,
      que se ha hecho de la aurora blanca un  cinturón,
      despliega sobre ti un ala de delicia,
      que ella te asegure la felicidad
      al concederte un espíritu triunfante”.
      Al terminar el poema, los botes de humo empezaron a caerles del cielo.
No hubo negociación; España no estaba para sobresaltos. Eran justamente las cuatro de la madrugada y el asalto al recinto se efectuaba desde la Muralla Sur, en la zona comprendida entre el Baluarte del Saliente y la Torre de los Espejos.
A los pies de la Alcazaba, Almería.Foto, MGS.
      El ruido de las detonaciones despertó a los vecinos, y los profesionales de los medios de comunicación que no se habían marchado, empezaron a realizar su trabajo.
También los equipos técnicos de los amotinados ponían a funcionar sus medios de distribución de información y todo lo que ocurría en el asalto salía en directo en las redes.
Entretanto, los otros sublevados, los plebeyos del siglo XXI, devolvían los botes de humo a los antidisturbios y arrojaban por las almenas rodamientos de cerámica para dificultar la subida a la muralla.
Aún nada estaba escrito; la noche iba a ser larga.   

Puerto Bayyana, al levante de Andalucía.

Marcos G Sedano 
     

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