Malecón de la Habana. Foto, Ángeles Diez. |
Ya habían pasado varios meses desde su visita, y
en un puerto del Mediterráneo, el marinero recordaba su
conversación con el olofin más viejo de la Isla:
-Negreya, tus raíces y las nuestras vienen del
mismo tronco. Hemos sobrevivido durante siglos a revoluciones y
contrarrevoluciones; a catástrofes de todo tipo y a la venganza del Mal, que
hoy pone a la Humanidad al borde de su extinción. Tomamos nota de la petición
que nos hace la Casa de las Rosas de Tahal. El sonido de nuestros
tambores llegará a los oídos de nuestra Matria, África. Ve tranquilo, los
Orishas estarán
con vosotros.
Así le habló aquel afrocubano de pelo blanco y
ojos celestes.
Aquella misma mañana Negreda, al salir de la casa
del olofin, y pasar por la Plaza de Marte, se paró a escuchar a un guajiro
recitar a sus parroquianos un poema de José Martí.
José Martí. Foto, Yolanda González. |
Yo
soy un hombre sincero
de
donde crece la palma
y
antes de morirme quiero
echar
mis versos del alma.
¡El alma!... El Padre de la Patria creía en la
existencia del alma de los seres humanos,- pensó-.
El marinero se había abstraído otra vez, mientras
en los altos miradores de Almería, se vivía una batalla campal entre
antidisturbios y sublevados.
Pizocaro llamó a Negreda.
-Mira Samuel, los nuestros lo están haciendo bien.
Los grupos operativos de la Unidad de Intervención Rápida de la Policía se
retiran a su punto de partida.
En el ordenador del periodista se veía retroceder
a los agentes por los efectos del armamento de artificio que estaban
utilizando: botes de humo y gases lacrimógenos. Los ocupantes del recinto se
los devolvían, convirtiendo la zona de la Puerta de la Justicia de la Alcazaba
en una ratonera para los uniformados.
-Lo intentarán de nuevo,- le respondió el marinero
que volvió a su abstracción.
La noche que llegaron a la Habana, le estaba
esperando en el hall del Hotel Riviera, Carlos Torpedo.
El marinero había preferido alojarse en aquél
establecimiento, en otros tiempos propiedad de la mafia estadounidense. Sus
paredes estaban llenas de fotos de sus ilustres huéspedes, entre ellos la del
salvadoreño Roque Dalton, uno de los poetas de cabecera de Negreda. Con sus Historias
Prohibidas del Pulgarcito, había hecho las largas travesías del Diáspora
más llevaderas.
La Cubana y Almécija subieron a sus habitaciones.
Carlos no había ido sólo. En una mesa en la
cafetería, dos personas con gafas oscuras les esperaban. Los cuatro hombres y
una botella de ron, (porque en Cuba la trova sin un trago se traba) iban
a pasar una larga noche. Cuando amaneció, los cuatro aún seguían allí; ahora
tomaban café cubano.
Cuba. Foto Ángeles Diez. |
Mientras El marinero seguía soñando, Corpas, la
oficial al mando de una de las unidades operativas de la policía, presentaba
una queja por escrito al Inspector Jefe del Mando Operativo.
Corpas, se quejaba por haber recibido unas órdenes
contrarias a los protocolos de actuación establecidos. ´´Con ello, la seguridad
de los ciudadanos ocupantes de la Alcazaba de Almería y la de los agentes en la
actuación, habían estado sometidos a un alto riesgo de accidente grave´´- argumentaba
la oficial.
Mientras su superior leía la queja, pensaba: ´´Ya
está aquí otra vez la sindicalista esta tocándonos los huevos. Nosotros sin
conseguir los objetivos y ella jodiéndonos.´´
Foto, MGS. |
Desde Puerto Bayyana, al levante de Andalucía.
Marcos G Sedano
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